La Biblioteca

Historia: Justo Sierra (1848-1913)

 

Nació en la ciudad de Campeche, pero criado en la ciudad de Mérida donde pasó su infancia hasta la muerte de su padre, el jurisconsulto, escritor e historiados Justo Sierra O’Reilly, este hecho determinó su traslado a la capital donde ingresó en el Liceo Franco Mexicano y posteriormente al Colegio de San Ildefonso donde se recibió como abogado en 1871, en este año es nombrado diputado suplente.

Conoce a Ignacio M. Altamirano y se volvió su  discípulo, con lo cual Altamirano ve en Justo Sierra el único capaz de continuar con su magisterio. Lo llevó a participar en las tertulias literarias donde gana atención y relaciones que proporcionan su contribución al periodismo y al pensamiento de la época. En 1872 renunció al ejercicio de abogado postulante y se dedicó al desarrollo intelectual.

Su  actividad periodística la inicia en el periódico El Monitor Republicano con una sección nombrada “Conversaciones del Domingo”, que le confiere fama y le da material para escribir su libro Cuentos Románticos.

La obra de Justo Sierra es de las más extensas y ricas de su época ya que en ella se realizan manifestaciones culturales y anímicas que caracterizaron a su tiempo en lo más significativo. Fue poeta, narrador de cuentos y viajes, ensayista pleno de interés, historiador, autor y difusor de doctrinas políticas y educativas y en todas ellas se impregnaba la pasión de su entrega.

En lo que se refiere a su actividad educativa, ocupó durante algunos años la cátedra de Historia en la Escuela Nacional Preparatoria, para la que escribió un libro de texto bien conocido; fue designado Presidente del Primer Congreso Nacional de Educación en 1880 y posteriormente al reelegirlo se hizo cargo del Segundo Congreso. Otros cargos que realizó fueron: Diputado al Congreso  de la Unión, Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, este cargo lo desempeña hasta su renuncia al gabinete del presidente Porfirio Díaz. Culmina esta etapa con la realización de su más grande sueño, la fundación de la Universidad Nacional.

Justo Sierra formó parte del grupo de poetas, en las páginas de la Revista Azul y de la Revista Moderna lo cual significó para los jóvenes el poderoso apoyo ideológico. Es el punto convergente para las inquietudes intelectuales de su época. En el discurso de fundación de la Universidad estableció los propósitos de la nueva institución y dijo: “No es lícito al universitario pensar exclusivamente para sí mismo” y que no “podemos olvidarnos nunca moralmente de la humanidad ni de la patria”. Hombre singular y extraordinario maestro muere el 31 de noviembre de 1913 en Madrid, España y sus restos descansan en el panteón francés, pero en el primer centenario de su nacimiento la Universidad lo declaró “Maestro de América” y sus restos fueron trasladados entonces a la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Reseña: Mtro. Efraín Becerra Juárez